Él terminó de llenar las dos copas de vino y se acercó despacio al escritorio, le tendió una y esperó a que reaccionara. Marina levantó la vista de la mesa y le dedicó una rápida sonrisa, dio un sorbo a la copa que él le ofrecía, lo saboreó y volvió a sumergirse en el trabajo. Él se sentó en uno de los sillones frente a ella y se limitó a observarla. Tras unos minutos de silencio ella levantó la vista y lo miró directamente a los ojos.
-¿Qué pasa Arturo?
Él levantó una ceja, divertido.
-¿No puedo contemplar a mis anchas a mi mujer? - se levantó y se acercó a ella, rodeando el escritorio. Acercó su rostro al de ella y le dedicó una mirada depredadora por unos segundos, luego tomó su boca entre sus labios, con furia, con rencor. Marina no respondió al beso, apartó la cara asqueada y lo miró con desprecio, conocía demasiado bien aquella actitud.
- ¿A qué juegas? - le espetó.
El frunció una sonrisa amarga y se incorporó, acarició su mejilla hasta llegar al lóbulo de su oreja, sopesó entre sus dedos aquel pendiente diminuto y delicado. Pensó que aquel jovenzuelo que había hecho que su mujer volviera a sonreír tenía un gusto exquisito, no pudo culparles. Chasqueó la lengua y volvió a esconderse tras su máscara de cinismo. La miró con una sonrisa desdeñosa en los labios.
-A perderte - dio un sorbo largo a su vino mientras mantenía la mirada confusa de ella, tras lo que se dio la vuelta y salió con paso decidido de la habitación.
4 comentarios:
Juego a perderte :)
..y al final, por pequeñas cosas así acabaron perdiendose. Qué cosas (:
Una contestación cargada de realidad.
Hola, llegué hasta tu blog a través de un espacio amigo, me gusta lo que haces, tiene personalidad.
Voy a quedarme, con tu permiso.
Un beso.
HD
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